martes, 5 de marzo de 2013

Para inaugurar este sitio comparto un texto creado por un gran amigo, que aborda el tema de la Locura.

Para mi amigo Arcadio Acevedo.
Primum non nocere. Hipócrates.

 La demencia se encuentra dentro de las piedras, no debajo de los muebles. Tal vez se halla en los pastos que no manifiestan huella. La demencia no se encuentra en la corteza de los árboles, tampoco en la corteza cerebral. Se le puede percibir en el aliento fresco de una flor solitaria. También se puede buscar en el ambiente más hostil de los solsticios e intuir en las ingles de la vieja pobreza o en una llaga reciente de brisa. No podríamos reconocerla en una multitud de canarios. Sospechar que ella prefiere a los arquílocos es mera coincidencia con sabor a pulpo. Es preferible a que nos muerda la parte trasera de los ojos, a que nos mantenga en su concha estelar, que nos asfixie con sus tersos delirios enajenados, que nos embellezca el cuerpo entero antes de morir, que nos estalle siempre en el miocardio cada Júpiter, y que culmine por deshielarse en nuestros dedos de los pies. Para que esto se consume debemos arrastrar la lengua al borde de los siglos, a disfrazarnos de momia y esperar a que los peces aprendan del hastío. Conservar que los santos de las iglesias no dejen de broncearse durante la cuaresma. Callarse al momento del apareamiento de las tortugas. Saberse dormitar al filo de la famosa superstición. Memorizarse las oraciones antiguas de los brujos. Deletrear partículas que exhalan los girasoles en huelga de hambre. Dejarse marchitar al capricho de la aurora. Mantenerse de pie e inmóvil mientras la vigilia del equinoccio huye. Permanecer ondulado en el pensamiento raudo de la muchedumbre. Cuajarse por episodios en la vasija del deseo. Exiliarse solo o en peregrinación al delicioso valle de los muertos. De por vida hay que tener a doce discípulos jorobados para poder ganarse la confianza de los cíclopes. Tratar de caminar desnudo y de la mano junto a Diógenes para conocer los caminos fortuitos de Esculapio. Tragarse todos los convenios de paz e incendiar al menos una plaza de toros.

 Rafael Argüello Avendaño

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